Este tiempo de cuarentena nos ha hecho reflexionar sobre algunas condiciones que afectan a los niños, niñas y adolescentes y que podrían tener como consecuencia el aumento del trabajo infantil. Por un lado, la virtualidad escolar ¿cuántos de los niños, niñas y adolescentes en Colombia, en particular en zonas rurales, tienen acceso a un computador y a internet? Nos han informado que sólo cerca del 17%[1]. En los casos en los que tienen acceso, ¿qué tan preparados estamos para mantener la atención de una audiencia a través de un ambiente virtual? Aquí más que un dato numérico, testimonios de jóvenes en el marco del proyecto Somos Tesoro nos hacen pensar en la dificultad de estas clases virtuales cuando hay muchas personas en casa, un celular compartido, espacios que generan muchas distracciones, y las herramientas pedagógicas no siempre son las mejores. Pero además ¿qué preparación han tenido y qué apoyo reciben los docentes para un cambio estructural como este? En cualquier caso, la virtualidad, que ha resultado ser una oportunidad en muchos sentidos, puede estar aumentando los riesgos de deserción escolar, y existe evidencia en diferentes países de la relación directa entre la deserción escolar y el trabajo infantil.
Ante la crisis laboral que se presenta en el reporte del DANE sobre desempleo -que para el mes de abril ha llegado al 20%[2]- los expertos estiman que podrían requerirse años para recuperar una tasa de desempleo de un dígito. El desempleo se da tanto en sectores formales como informales y afecta la economía familiar, aumentando su vulnerabilidad. En esa medida es factible que la familia recurra al trabajo infantil como una posibilidad, bien sea por solicitud de los padres o madres, o en algunos casos porque los jóvenes puedan sentir que es su forma de aportar o solucionar sus necesidades y las de su hogar. En ese sentido las ayudas económicas de corto plazo pueden tener un efecto positivo en este momento inicial, pero ahora más que nunca se requieren estrategias y mensajes para prevenir el trabajo infantil a mediano y largo plazo.
Estos dos temas quedan apenas enunciados aquí, y sin duda requieren mayor profundidad en la reflexión, pero me quiero centrar en otro, uno que es menos visible: el trabajo infantil doméstico. Esta época nos ha recordado a la mayoría de nosotros que el trabajo doméstico y del cuidado es un trabajo permanente y recurrente, que en todos los hogares se requiere y usualmente no se distribuye de manera equitativa. Casi siempre ha sido asignado de forma arbitraria a las mujeres y a las adolescentes; esto hace que ellas asuman cargas de trabajo adicionales que podrían limitar sus oportunidades de desarrollo, debido a la cantidad de tiempo que le dedican cuando son las únicas responsables de estos oficios. En su informe reciente sobre trabajo del cuidado no remunerado[3], el DANE expone que 78% de trabajo doméstico y del cuidado no remunerado lo asumen las mujeres, frente a 22% que asumen los hombres. Un trabajo que, en caso de ser remunerado, equivaldría a cerca del 20% del valor del producto interno bruto.
En el desarrollo del proyecto Somos Tesoro hemos conversado con mujeres y hombres en diferentes territorios sobre cómo generar responsabilidad en los niños, niñas y adolescentes, y sobre cómo la responsabilidad se genera de acuerdo con la edad. Hay tareas domésticas y del cuidado que sin duda son una oportunidad para aprender esa responsabilidad. Y son también una oportunidad de oro para evitar replicar estereotipos de género. Cada persona en el hogar puede aportar a las tareas domésticas y del cuidado; y en aquellas que no representan riesgos para los niños y las niñas podemos ver una oportunidad de enseñar responsabilidad y de no reproducir los roles que contrubuyen a la inequidad. Adicionalmente, es importante recordar que una cosa es aprender responsabilidades con relación a los quehaceres domésticos del hogar de forma proporcional a la edad, en actividades que no impliquen riesgos para ellos y ellas, y sin sobrepasar las 15 horas semanales, y otra es el servicio doméstico que comprende riesgos, al salir de su casa y prestar servicios domésticos remunerados. Esto último es trabajo infantil.
Esta es una de las razones por las que la campaña “¡Cojan oficio!” impulsada por el proyecto Somos Tesoro, busca sensibilizar a padres y madres en el apoyo a sus hijos e hijas para que asuman responsabilidades de acuerdo con su edad, los invitamos a ampliar el horizonte: a reconocer las oportunidades de promover cambios en los estereotipos de género cuando distribuyen las tareas del hogar, y a darse cuenta de las posibilidades de enseñarles la responsabilldad a sus hijos en otros espacios de la vida, como el cuidado de sus amigos, el desarrollo de sus habilidades y su participación en actividades culturales o deportivas. De esta manera, se preparan para el futuro, y para cuando puedan trabajar, bien sea como adolescentes trabajadores protegidos en el marco permitido por la ley o cuando sean adultos.
[1] El tiempo, “ Solo el 17 % de los estudiantes rurales tiene Internet y computador” Mayo 14, 2020 https://www.eltiempo.com/vida/educacion/solo-el-17-de-los-estudiantes-rurales-tiene-internet-y-computador-495684
[2] DANE, “Principales indicadores del mercado laboral” Mayo 29, 2020 https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/ech/bol_empleo_abr_20.pdf
[3] DANE, “Cuidado no remunerado en Colombia: brechas de género” Mayo 2020 https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/genero/publicaciones/Boletin-estadistico-ONU-cuidado-noremunerado-mujeres-DANE-mayo-2020.pdf
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