Decenas de padres e hijos: adultos, jóvenes y niños, han ido transformando sus hogares bajo la máxima ‘Ora et Labora’. Familias colombianas han tomado en serio una Espiritualidad de Vida Plena, que lleva consigo prácticas ecológicas, protección de la Casa Común y meditación como inicio de su propia transformación. Despertó en ellos un apasionado deseo de superar la pandemia con un nuevo impulso, algunos lo califican de ‘felices monasterios caseros’, imitando a los grandes monjes de la historia.
Estos grupos familiares han descubierto su techo como un nuevo ‘monasterio urbano’, gracias al confinamiento por la pandemia, han venido abriendo los ojos de las nuevas generaciones para llevar una vida sencilla, profunda y serena, en medio de las urbes que urgen de descontaminación.
“Desde mis inicios en las prácticas meditativas, hace siete años, me ha inquietado el modo de vincular a mis hijos en esta forma de encontrar a Dios y de vivirlo como una Presencia viva en nuestra existencia. Ahora, ellos han venido entiendo un poco más, me preguntan sobre las prácticas y ejercicios que hemos asumido, me apoyan y acompañan en lo que pueden participar y respetan mi espacio de silencio”, nos comparte Maribel, en pleno centro internacional de Bogotá, donde vive en un edificio de apartamentos, con sus dos pequeños: Martina de 8 y Mateo de 13.
Hacer realidad el ‘ora et labora’ de san Benito en hogares corrientes, ha implicado junto con procesos de formación en el recogimiento interior, silencio meditativo, tareas cotidianas de cocina, aseo y labores escolares, centrados con atenta presencia: todo un reto para las dispersas nuevas generaciones y las agobiantes jornadas de los padres de familia.
“Con mi esposa realizamos nuestras meditaciones diarias y seguimos las orientaciones semanales virtualmente, así como diversas actividades de campo, dirigidas por nuestra Escuela. A su vez, nuestros hijos, crecen en perseverancia, conocen y entienden de las prácticas, pues también han participado del aprendizaje”, declara Ramiro, quien reside en Bogotá, pero ha podido pasar la cuarentena con su familia en una finca, a las afueras de esta inmensa capital latinoamericana.
Son conscientes que su ‘estilo de vida’ se hace en medio de las tareas y responsabilidades que han asumido como ciudadanos, creyentes y parte de una familia que busca la transformación que permita cambio de mirada, hábitos y habilidades para superar esta pandemia, como cuidado de la Casa Común: “Nos sentamos en meditación unidos como familia al resto de la Humanidad, a los enfermos, maltratados, perseguidos y más necesitados. En nuestra oración es Dios quien ora en nosotros y sólo él puede llegar a todas partes. Además, realizamos un apostolado de Orientación Familiar a través de talleres para crecimiento Personal, Familiar y Comunitario”.
San Benito revolucionó la vida monacal en la tradición cristiana, al integrar las labores domésticas, el trabajo para la propia supervivencia y la oración, dando a cada uno su lugar, y haciendo que cada tarea se convirtiera en sí misma en un modo de alabar al Señor, siguiendo una disciplina y desarrollando las habilidades propias de cada tarea. Su regla hoy en día ha servido incluso a grandes empresas a transformar sus formas de organizarse y hacer más eficientes sus labores.
Maribel, ha buscado, que la oración impregne las labores más sencillas de sus pequeños hijos: “Con algunas pautas dadas en la Escuela SALMOS, gracias a la encíclica Laudato Si’, me aventuré a invitarlos a participar en breves momentos de silencio orante; tanto ellos como yo podemos identificar que ‘algo pasa’, somos ‘reforestados espiritualmente’ y emerge una paz que no es fácil de explicar, aunque les haya costado inicialmente la quietud en silencio; ha sido un bello ejercicio con ellos. También la importante práctica de la atenta presencia en las tareas de cocina, cuidados de la casa y de las plantas que hemos cultivado en nuestro apartamento”.
Para aquellos cuya vida no fue la de recogerse en un monasterio, sí existe el modo de vivir sus enseñanzas, asumir modos de oración y seguir comprometidos con la transformación de la sociedad, como monjes urbanos, que, desde muy jóvenes, se dan cuenta que no se podrá salir de la actual pandemia para continuar en la frenética vida del consumismo y la dispersión, sino que son necesarios estilos de vida cada vez más sanos, más cristianos y más armonizados con la Casa Común.
“Realmente vivir como monje en la ciudad ha sido una experiencia liberadora, de encuentro con Dios, de aprender a desaprender y adentrarme en lo que inicialmente fue una curiosidad y ahora es un estilo de vida. Espero seguir perseverando en la práctica fiel, sin dejarme sobrecoger por el hombre viejo, consumista e inconsciente que me habita, y así acompañar el crecimiento de mis pequeños hijos”, concluye Maribel, mientras continúa con sus responsabilidades mediante el teletrabajo.
Por su arte Ramiro, Gladis, y sus dos jóvenes hijos, Juan José y María Isabella, nos hacen soñar con su modo de ver este momento de sus vidas: “hemos descubierto los frutos de la oración contemplativa con una percepción distinta de la realidad, siendo más conscientes de vivir en el presente, porque a nuestra mente no le gusta estar donde esta nuestro cuerpo y quiere distraernos llevándonos al pasado o al futuro; de ahí la importancia de las tareas en atenta presencia. Esto te invita a ser fiel, te lleva ser constante y te regala la plena atención. Ya no tenemos que ocuparnos de un plan perfecto, este es el plan y Dios está con nosotros, como lo anuncia el papa Francisco en Laudato Si’.
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