En esta era en la que la información y los datos son la piedra angular de las decisiones en todos los ámbitos, para la gestión de la inclusión no es una opción, ¡es una necesidad determinante! Tanto para empresas, sin importar su tamaño o sector, como para organismos gubernamentales y ONGs, la capacidad de generar, recopilar, analizar y utilizar información estadística se ha convertido en un factor crítico de éxito. ¿Por qué? Porque estos insumos son la clave para comprender y atender las diversas expectativas y necesidades que conforman nuestras organizaciones y sociedades.
A lo largo de mi carrera en Bancolombia, he tenido el privilegio de movilizar procesos relacionados con la gestión, producción y administración de información para la toma de decisiones en diferentes áreas como servicio al cliente, investigación de mercados, estrategia de talento, entre otras. Con disciplinas que combinan la investigación cuantitativa y cualitativa, con la analítica, convirtiendo datos e información en insumos claves para la toma de decisiones.
He sido testigo de cómo estos recursos están tomando un papel cada vez más central en el marco estratégico, transformando la forma en que concebimos el mundo. Por ejemplo, una investigación o un indicador visto desde una perspectiva de género puede marcar la diferencia, al igual que un enfoque en la edad. La capacidad de clasificar información de manera efectiva es vital, puesto que revela tendencias y comportamientos que a simple vista pasan desapercibidos.
Cuando se trata de diversidad, equidad e inclusión, la gestión de datos se vuelve aún más crucial. Debemos ser cuidadosos en cada etapa del ciclo de vida de la información, garantizando la confidencialidad y actualización constante. Se hace esencial tener en cuenta cómo se solicita a las personas la información, teniendo presente la voluntariedad; tomar decisiones inteligentes frente al mecanismo de recopilación y clasificación; diseñar acciones para preservarla, teniendo en cuenta la sensibilidad de la información y finalmente garantizar su actualización.
Todo lo anterior se vuelve aún más relevante cuando empezamos a hablar de diversidad, equidad e inclusión, pues debemos ser aún más cuidadosos en el ciclo de vida de la información y reconocer que al tratar con esta, las empresas se obligan no solo a asegurar la confidencialidad de la misma, sino a comprender el poder y la responsabilidad que está detrás de los datos que se generan de la diversidad y que reflejan de alguna manera oportunidades de interpretación distinta a la que históricamente hemos conocido o estamos acostumbrados a usar.
Hablar de correlaciones también abre un mundo de posibilidades, entender cómo se relacionan los diferentes componentes de la interseccionalidad desde la mirada de los números es apasionante, sobre todo, porque ofrece la posibilidad de entender, identificar y focalizar esfuerzos de cara a la verdadera inclusión.
Para mí, implica una mirada crítica frente a los modelos existentes para entender los sesgos algorítmicos al momento de diseñarlos. Tener en cuenta quién y cómo se crea un modelo de analítica, es determinante al momento de transferir distorsiones, prejuicios o desigualdades, que de manera silenciosa pueden influenciar decisiones finales. Sesgos de no representatividad, de mal etiquetado, son algunos de los riesgos que pueden materializarse en los modelos al plantearse. Este es un nivel de conciencia y herramientas aún más avanzado, pero es esencial para garantizar una verdadera diversidad e inclusión.
En resumen, los datos son una de las fuerzas impulsoras detrás de la diversidad y la inclusión en la actualidad. No es suficiente con recopilar información; debemos gestionarla de manera estratégica y ética para construir un mundo más inclusivo y equitativo. ¿Estamos listos las organizaciones para el desafío?
Artículo publicado originalmente en Linkedin
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