Por estos días, en Colombia se vive un “conato” de racionamiento de agua y por ende de electricidad (la matriz energética colombiana se sustenta, en gran mayoría, en la generación hidro), razón por la cual, el agua, mal llamado recurso renovable en los años ochenta, se vuelve una especie de protagonista presente y pasa a ser algo que notamos y no damos por sentado. Todo lo contrario, la valoramos cómo lo que es, un bien escaso y por ende muy preciado. Creo que el llegar a experimentar la situación de girar la perilla del grifo y que no salga agua sino un sonido ronco y agónico nos obliga a salivar espeso, y sentir el miedo a la escasez. Lo anterior puede ser una pesadilla probable hoy día y hasta cada vez más recurrente, gracias a lo que algunos negacionistas se molestan cuando se trae a colación, el Cambio Climático.
En resumen, el IPCC advierte que la escasez de agua es un desafío importante que enfrentamos debido al cambio climático, y subraya la necesidad de tomar medidas urgentes para garantizar la disponibilidad de agua dulce para las generaciones futuras.
Así las cosas y ante tanto pronóstico científico claro, no me queda claro porque insistimos en lavar las aceras o frentes de las casas, edificaciones o locales comerciales, con grandes cantidades de agua e incluso jabón ¿como si al minuto entre el polvo y las partículas de la combustión vehicular, no volvieran al estado vetusto y urbano de siempre?
Siempre me he preguntado quien ordena, exige o piensa que lavar garajes, aceras o frentes de locales con cantidades exageradas de agua, es algo loable, necesario o estético. Estoy seguro de que una buena barrida, una “soplada” o simplemente no hacer nada, tienen el mismo efecto, porque no dejo de pensar que es mejor “espantar” las hojas o la basura con agua que recogerla. De paso anoto que esa conducta bloquea las alcantarillas y se dan inundaciones que a la postre vuelven y ensucian y en mayor medida la acera que buscábamos dejar en un estado prístino para que los autos, peatones o incluso mascotas, caminen sin notar su dedicada limpieza y su carga ambiental. Quisiera llegara el día en que, caminando por la ciudad, no vea mangueras, espuma de jabón y escobas en dichos espacios, pero no pasa un día que ello no sea parte del paisaje y que los autómatas no dejen de ejecutarlo.
¿No será que sin importar cuantos llamados a utilizar el agua para lo necesario se hagan, siempre el habito nos supera y seguimos en automático realizando labores ridículas como la de “fregar aceras”, regar jardines después de la lluvia o lavar los automóviles por solo no verles el polvo?
Aun nos falta mucho por entender, pero mientras, que no falte el agüita para mi autómata.
La opinión expresada en esta entrada de blog es de exclusiva responsabilidad de su autor y no necesariamente reflejan el punto de vista de Pacto Global Red Colombia.