Un encuentro con Alberto Echavarria
Por: Mauricio López González, Director Ejecutivo Red Pacto Global Colombia
En los avatares de la vida gremial, a la cual hemos dedicado nuestro desarrollo profesional, siempre hay colegas que van marcando derroteros y proponiendo iniciativas para beneficio del país como un todo y por supuesto a las empresas y organizaciones que conforman los gremios.
Conocí a Alberto Echavarría desde hace más de dos décadas cuando por virtud de nuestras interrelaciones institucionales veíamos la necesidad de consolidar la narrativa del Desarrollo Sostenible en el sector empresarial y en la sociedad, como elemento sustancial del quehacer productivo y generador de bienestar para todos.
Y fue así cuando durante la primera década de este siglo, comenzamos a promover a Pacto Global como la iniciativa que promueve los temas de Derechos Humanos, Estándares Laborales, Medio Ambiente y Anticorrupción desde el año 2000, convirtiéndose en la iniciativa de sostenibilidad más grande del mundo, refrendando las Agenda 2030 de Sostenibilidad y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde el 2015. En Colombia hay cerca de 600 empresas y organizaciones adheridas.
Y la vimos crecer, podríamos decir la primera infancia, con comités no formales, reuniones en las regiones, hasta en el 2009, constituir formalmente la Red Colombiana. Desde siempre, Alberto estuvo (y estará presente, porque los legados son perennes) acompañándonos en este propósito. Horas enteras preparando los nacientes estatutos, luego participación en las mesas de trabajo, en el Congreso de Pacto, en las reuniones intergremiales, llevando el estandarte de los 10 principios de Pacto Global.
No siempre estuvimos de acuerdo; la capacidad de trabajo y dedicación, la abnegada entrega a la ANDI, de la cual formaba parte como uno de sus activos más valiosos, por decir lo menos, y su don de gentes, permitían llevar los diálogos y desencuentros con altura y argumentos, y siempre, en nuestro caso, llegar a los consensos adecuados.
Falta hará Alberto. Con su voz sosegada, con su experiencia acumulada, pero sobre todo con ese invencible espíritu de cooperación, envuelto en la capa de la hidalguía y de su amor por Colombia.
Descanse en paz, querido Alberto. Acá seguiremos todos llevando en alto sus enseñanzas.