¿Somos sostenibilidad en pasta?
Por: Adriana Gutiérrez Ramírez - Gerente de Bloom Ecoworking
Ante el bombardeo de mensajes que buscan modificar nuestros actos de consumo y la creciente sensibilidad frente al tema de la sostenibilidad, no son pocos los consumidores que hoy en día en busca de una movilidad sostenible están pensando en vender, cambiar de sistema de transporte o comprar un vehículo híbrido con el fin de hacer su aporte al planeta. Esto es válido, pero antes de cualquier acción que implique más dinero o producción, es importante que nos informemos sobre otras alternativas que podemos implementar en el corto plazo y que son la puerta de entrada a un estilo de vida sustentable.
Si realmente estamos adquiriendo consciencia y no incursionando en una “eco moda” y -no me refiero a Betty la Fea-, lo que necesitamos entender es evitar tragar entero o tomarnos las cosas tan literal asumiendo medidas extremas, quizás para ganar aceptación.
Podemos empezar por mejorar nuestras prácticas de conducción y uso de nuestro actual vehículo para disminuir la huella de carbono si es lo que realmente nos preocupa. ¡Sí!, de nada vale comprar uno nuevo si no tenemos un comportamiento sostenible al volante. Para no quedarnos solo en la reflexión, existen técnicas de conducción eficiente; desde el cuidado en la aceleración y el frenado no sólo disminuimos las emisiones sino que también ahorramos combustible. La función de velocidad de crucero evita acciones bruscas, mantener las ventanas arriba reduce la resistencia y logra mejor consumo de combustible y por ende menores emisiones lo mismo que elegir llantas que tengan un ciclo de vida útil de alta durabilidad y mantenerlas bien infladas según su capacidad, además de que combate fenómenos como la obsolescencia programada.
El marketing sostenible como he dicho muchas veces, también es manipulado por oscuras prácticas/marcas que nos hacen creer que lo que el planeta necesita es que cambiemos de repente un producto convencional por uno más “sostenible” y con eso nos hacen sentir que ya está listo nuestro aporte y que con eso ya estamos tocando el cielo.
Hoy traje este ejemplo pero pasa... y mucho con todo lo que consumimos. Nos hemos obsesionado con el cambio, con la tendencia “fast” de la moda y la tecnología; estamos tomando medidas extremas innecesarias y de repente creemos que cambiando de carro, de amigos, de alimentación, de vestuario, de maquillaje ya somos la sostenibilidad en pasta sin haber calculado que con eso acortamos el ciclo de vida de lo que tenemos, algo simple pero insostenible a la vez.
Un producto ecoamigable no significa que sea sostenible ni que se produzca bajo parámetros de la economía circular. Puedo parecer un disco rayado con esto, pero es un error muy frecuente en el que nos hacen caer ciertas marcas cuando poco nos cuestionamos si estos productos provienen de economías que desafían la igualdad social o de género. ¿Cuántas veces dejamos de adquirir algo hecho en Colombia, bajo buenas condiciones laborales, menos huella y de larga vida por uno hecho en China “aparentemente” más sostenible y económico, pero en realidad de corta vida, hecho bajo cuestionables condiciones laborales y dejando una enorme huella de carbono?
Queremos ir a mil por hora para estar a la moda, pero en el caso de la movilidad es mucho el desarrollo y la investigación al que le vienen apostando grandes marcas de vehículos. Por lo tanto, lo mejor está por venir y mientras... ¿qué? Mejoremos nuestras prácticas y adquiramos productos desde un análisis más profundo. El reto también es para las áreas de marketing para formar mercados responsables en el consumo de sus productos.
Fuente: La República