Por sequías, el país perdería anualmente $22 mil millones
Escasez de agua afecta principalmente a cultivos de arroz y maíz. Mal uso del suelo hace que el 79,4 % de tierra para sembrar se emplee en ganadería.
Por: Juliana Peña
El deterioro del suelo, el cambio climático y el riesgo hídrico de las zonas agrícolas de los países están poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de alrededor de 3.200 millones de personas que viven en estos sitios, así lo señaló el reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).
De este fenómeno no se escaparía Colombia, quien, de acuerdo con las estimaciones por riesgo climáticas, documentadas en la Estrategia a 2050, perdería anualmente, en dos décadas, alrededor de $22 mil millones por sequías en los cultivos de arroz y maíz. Las pérdidas económicas podrían ser superiores si se calcularan otros cultivos.
A su vez, el país que cuenta con una frontera agrícola de 39,2 millones de hectáreas, ha dejado de utilizar el 81% para esta actividad, según el último reporte de la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria, UPRA. Lo que indica que Colombia está usando este suelo en otras actividades.
De acuerdo con un informe de la FAO de 2016, la vocación de la tierra para actividades de cultivo en el territorio nacional corresponde al 19,34%, que serían 22.077.625 hectáreas. Ahora bien, según los últimos reportes de la UPRA, 2016, y el Ministerio de Agricultura de Colombia, en el 2019, la ganadería usaba alrededor de 37,5 millones de hectáreas, siendo solo aptas para esta actividad 15,1 millones. Lo que representaría que, a esa fecha, se empleó para esta actividad pastoril el 79,4% de las tierras con aptitudes para la siembra.
Lo que preocupa es que, como lo afirmó el Ministerio de Ambiente en su Estrategia a 2050, “la ganadería extensiva es una de las principales causas de deforestación y degradación del suelo, de emisiones de gases de efecto invernadero y de consumo y contaminación del agua”.
Un cóctel de efectos dañinos a los recursos que la FAO calificó en ‘estado crítico’. De modo que, una transición lenta podría quitarle las aptitudes de cultivo a estas zonas.
Sin embargo, la delimitación de la frontera agrícola en Colombia ha permitido proteger de la expansión de pastizales dedicados a la ganadería a la región de la Amazonía Colombiana.
Los departamentos que comprenden esta zona: Caquetá, Guainía, Guaviare, Vaupés, Putumayo, Amazonas tienen en promedio el 56,6% de su territorio protegido por ser bosques naturales y no suelos aptos para las actividades agropecuarias, esto de acuerdo con el Sistema Para la Planificación Rural Agropecuaria, de la UPRA.
Por otro lado, para evitar las pérdidas por cambio climático, la UPRA, de la mano del Gobierno Nacional está generando un sistema de monitoreo para la mitigación de estos riesgos, por zonas y por cultivos, para ofrecer información oportuna al campesinado colombiano.
PANORAMA MUNDIAL
Pese a que Colombia y América Latina no tienen una degradación del suelo superior a 11 millones de hectáreas, que no suponen ni el 1% del total mundial, (1.660 millones de ha), las proyecciones indican que este fenómeno afectaría a las poblaciones rurales más pobres que son las que someten a la tierra a la agricultura de subsistencia y de esta forma deterioran la capacidad del suelo de generar alimentos.
La FAO señala que el estado de los recursos al límite hace muy difícil la tarea de proveer comida a la población a 2050 que se prevé sería de 10.000 millones de personas.
Ante este futuro incierto, Qu Dongyu, el director general de la FAO, señaló que “cuidar la tierra, el agua y, en especial, la salud a largo plazo de los suelos es fundamental para acceder a los alimentos en una cadena alimentaria que siempre es exigente”.
Esta afirmación está sustentada en que 98% de los alimentos del mundo se producen en la tierra. En suma que, a 2050, agricultura tendrá que producir casi un 50% más de alimentos, fibras y biocombustibles que en 2012, para satisfacer la demanda mundial.
Además de conseguir a 2030, el objetivo de desarrollo sostenible de ‘hambre cero’, cuyo progreso se revirtió en 6 años. De los 604 millones de personas que tenían alimentación insuficiente o de mala calidad en 2014, se pasó a 768 millones en 2020. Por otro lado, la sobreutilización del suelo acelera su deterioro.
Fuente: Portafolio