Moda sostenible: conoce una alternativa al “fast fashion”
Como respuesta a la moda rápida o "fast fashion", la moda sostenible busca transformar la industria textil, una de las más contaminantes del mundo, adoptando una perspectiva ecológica que integre tanto a los productores, como a los consumidores.
La crisis climática y ambiental requiere que las industrias del mundo asuman el desafío de transitar hacia un modelo sostenible; y la industria de la moda no es una excepción. Con ese horizonte emerge la moda sostenible, una alternativa más amigable con el planeta que la moda rápida o fast fashion. La moda sostenible hace foco en el concepto de reducir, reutilizar y reciclar, pilares de la llamada economía circular, que busca transformar la forma en que pensamos, producimos y consumimos.
En las vísperas del Día de la Tierra, National Geographic propone un recorrido por los principales argumentos que sostienen que el cambio de paradigma es hoy y es urgente.
La industria de la moda en perspectiva
En su libro Armario Sostenible: Aprende a comprar de manera consciente e inteligente (Zenith Green, 2020), la comunicadora, publicista y experta en moda de España, Laura Opazo, deja claro desde el comienzo que la ropa transmite un mensaje que va cambiando, puesto que es el reflejo de una sociedad en continua evolución.
Asumir esta perspectiva ayudará a entender cómo se gestó el cambio de paradigma en el consumo de moda desde principios del siglo XX hasta la actualidad. De esta forma, dice Opazo, “podremos comprender la consecución y la concatenación de los hechos dentro de un contexto que, como fichas de dominó, se han ido sucediendo a lo largo del tiempo”.
Hasta la Segunda Guerra Mundial, la indumentaria no era un producto de consumo diario. Según explica la autora, no existía ese concepto de "estrenar ropa cada día", sino que las prendas estaban vinculadas a la idea de reposición.
La ropa como producto de consumo
Hacia la década de 1950, el concepto y la práctica en relación a la indumentaria y la moda cambiaron radicalmente. Los jóvenes ya no tenían que ir a la guerra, lo que provocó un aumento de la mano de obra disponible. Además, las mujeres habían ingresado al mercado laboral en Occidente y se vivió un tiempo de bonanza económica, al menos en el Atlántico Norte, que cimentó la confianza en la sociedad de consumo, el crecimiento ilimitado y el llamado "sueño americano".
Opazo sostiene que la conjunción de esos factores, junto con el avance tecnológico y la noción de crecimiento económico ilimitado (a costa de los recursos naturales limitados), propició un gran incremento de la producción industrial.
Hay otro elemento clave: la publicidad fue la herramienta que permitió potenciar el consumo a una producción cada vez más intensa.
“Entramos en un sistema muy desequilibrado del sector, sobre todo desde los años 80 hacia adelante, pero exageradamente desde el 2000 a la actualidad, donde ya irrumpe el fast fashion, la moda rápida o low cost”, contó la experta a través de una videollamada con National Geographic.
Opazo indica que la forma en que las personas producen, comercializan, consumen y descartan la ropa parece, a simple vista, barato y práctico. Pero el costo para el medioambiente y para la sociedad es muy alto.
¿Qué es el fast fashion o moda rápida?
La moda, según la escritora española, es el reflejo de épocas y comportamientos, de momentos y movimientos sociales y nada tiene de superficial.
Sin embargo, señala que “el comercio internacional, las nuevas tecnologías y la comunicación global provocaron que las modas tengan mayor libertad de movimiento y se hayan dispersado por el mundo con mucha rapidez”.
Hasta mediados de la década de 1980, cuenta la especialista, el prêt-à-porter (expresión francesa que corresponde a “listo para ponerse”) representaba el modelo imperante del sistema de la moda.
Sin embargo, en apenas dos décadas este modelo ha sido sustituido por un sistema mucho más polarizado: “Por un lado, el lujo con su oferta exclusiva y, por otro lado, la moda rápida que oferta tendencia con inmediatez”, dice el segundo capítulo de Armario Sostenible, titulado El mundo nos rodea: el ecosistema tóxico.
Opazo afirma que las tendencias son un invento de la industria de la moda para incentivar el consumo. Para ella, siempre ha habido cambios. Por ejemplo, la incorporación de la mujer al mundo laboral coincide con el uso femenino del pantalón, o bien la adopción del pantalón vaquero representa un salto del uniforme de los mineros a la calle. “Es normal que haya cambios y tendencias, pero lo que no es normal es que sea cada dos semanas”, alerta la investigadora.
¿Cuántas emisiones de CO2 genera la industria de la moda?
Según un estudio presentado por la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) y compartido en su página web durante el 2021, la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo.
En una conversación a través de correo electrónico con National Geographic, Brenda Chávez, periodista, investigadora especializada en consumo, sostenibilidad y cultura y autora de Tu consumo puede cambiar el mundo: El poder de tus elecciones responsables, conscientes y críticas (Planeta, 2015), detalló: “Más del 8% de las emisiones globales totales de gases de efecto invernadero son producidas por la industria de la indumentaria y el calzado”.
No parece un porcentaje significativo, en principio. No obstante, y de acuerdo a las estadísticas brindadas por la comunicadora, las emisiones de CO2 seguirán creciendo a un ritmo acelerado, previendo un incremento de más del 60% para 2030.
Si la industria continúa en su camino actual, para 2050 podría usar más del 26% del presupuesto global total de carbono, según estimó el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en sus comunicados de prensa publicados en su página web.
Chávez agregó que hasta que las fábricas comenzaron a sentir los efectos de la COVID-19, el negocio mundial de la moda producía 150.000 millones de prendas cada año, muy por encima de las necesidades de una población mundial de 7.900 millones.
El consumo de agua en la industria de la moda
Además del incremento de los gases de efecto invernadero, el sector de la moda impacta gravemente en el recurso hídrico. Para graficarlo de la manera más directa, UNCTAD señala en su informe: “Confeccionar unos jeans requiere unos 7.500 litros de agua, el equivalente a la cantidad de ese líquido vital que bebe una persona promedio en siete años”.
En tanto, el PNUMA señala en su sitio web que la moda es la segunda industria más demandante de agua y que genera alrededor del 20% de las aguas residuales del mundo, liberando anualmente medio millón de microfibras al océano.
La industria de la moda y la contaminación del agua
Siguiendo los datos de UNCTAD, en un año la industria utiliza 93.000 millones de metros cúbicos de agua y tira al mar medio millón de toneladas de microfibra (el equivalente a 3 millones de barriles de petróleo).
“Las microfibras plásticas que se desprenden de la ropa sintética en el agua representan el 85% del material creado por el hombre que se encuentra a lo largo de las costas oceánicas, lo que amenaza la vida silvestre marina y termina en nuestro suministro de alimentos”, advirtió Chávez.
En el libro de Opazo hay datos reveladores sobre la producción de algodón, industria responsable del 22,5% del uso global de pesticidas, mientras que el teñido y el tratamiento de los textiles generan entre el 17% y el 20% de la contaminación del agua de origen industrial.
Chávez advierte que estamos contaminando el agua más rápido de lo que la naturaleza tarda en reciclarla y purificarla y que la industria textil es uno de los principales responsables.
La especialista citó cifras de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa que indican que el sector textil es responsable de al menos un 20% de las emisiones de aguas residuales.
Ahora bien, las consecuencias negativas de nuestro modelo de producción y consumo de ropa no son sólo ambientales, como veremos a continuación.
Las consecuencias sociales del fast fashion
En su libro, Opazo no duda en afirmar que la industria textil también incentiva las desigualdades sociales, ofreciendo unas condiciones de trabajo muy precarias y favoreciendo las brechas globales de desarrollo entre el norte y el sur.
La autora profundiza en su obra sobre cómo el hecho de producir más y la búsqueda de la maximización de las ganancias de la industria se impuso por sobre el respeto por los derechos laborales y humanos de los trabajadores.
“Las multinacionales del sector que tienen deslocalizada la producción trabajan en países en vías de desarrollo donde les sale mucho más barato fabricar las prendas”, añadió.
En este sentido, en Armario Sostenible se detalla cómo las grandes empresas del sector trabajan con compañías intermediarias que, a su vez, subcontratan sus servicios a otras más pequeñas, lo que propicia una red difícil de controlar.
Para la especialista, el eslabón más perjudicado es el más débil de la cadena, es decir, los empleados. Sostiene que la exigencia de responder a los ritmos cada vez más acelerados de entrega para la satisfacción de la demanda, deriva en horarios extensos y salarios devaluados.
¿Qué es la moda sostenible?
En detrimento de este modelo con saldo negativo, emerge con fuerza la llamada moda sostenible. Tal es así que la ONU conformó la Alianza para la Moda Sostenible, en el marco de la Asamblea 2019 de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que tuvo lugar en Nairobi, Kenia, en marzo del 2019.
En su página web, la Alianza de las Naciones Unidas para la Moda Sostenible se presenta como una iniciativa en conjunto con organizaciones aliadas que tiene por objetivo contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) “a través de una acción coordinada en el sector de la moda”.
Para Chávez, la moda sostenible hace referencia al surgimiento de un tipo de oferta donde conviven diversas realidades.
Por un lado, marcas con criterios sociales, ambientales y económicos dignos, de comercio justo, creadores locales y artesanía tradicional.
Por el otro, la emergencia de alternativas que permiten alargar la vida de las prendas y reutilizarlas (segunda mano, préstamo, alquiler, bibliotecas de moda, armarios en la nube) o que facilitan desmercantilizar los armarios (trueque, intercambiadores, auto costura).
Esta alternativa emergente replantea, según Chávez, el tema de la confección, la distribución, la comercialización, el uso y el consumo hacia lógicas que ponen en el centro de sus modelos el cuidado de la biodiversidad, de las personas y de la vida.
Aunque para la especialista, la moda sostenible aún no supone una competencia a la industria convencional, sí la cuestiona, por ejemplo, en su aceleración de los ciclos y metabolismos productivos textiles donde el fast fashion llega a lanzar más de 50 colecciones al año.
Moda sostenible: la economía circular aplicada a la industria textil
Claro está que las definiciones de moda sostenible varían según el especialista. Sin embargo, la búsqueda de un desarrollo más armónico que deje atrás al fast fashion es un consenso entre todos los que impulsan dicho movimiento.
La economía circular es aquella forma de producir, almacenar, distribuir y consumir bienes de manera responsable, por ejemplo, utilizando materiales no contaminantes, prolongando la vida útil del objeto, apelando al reciclaje y la reconversión y velando por las condiciones dignas de los trabajadores de la industria.
En México existe una plataforma dedicada desde hace más de 10 años a buscar el impacto positivo del sector: se llama Fashion Green y la lidera su fundador y especialista en diseño y moda sostenible, Jean Verdier.
En diálogo con National Geographic, vía videollamada, el experto mexicano definió lo que se considera, desde su lugar, un representante de la moda sostenible. Para Verdier, se trata de un tipo de moda que tiene en cuenta tres pilares fundamentales en la construcción del diseño: lo social, lo ambiental y lo económico. Según destacó, el aspecto económico es el que le resulta más trascendente, porque involucra al modelo de consumo que tenemos.
El libro de Opazo también se refiere al asunto, afirmando que “la moda sostenible es dejar de producir y consumir como lo estamos haciendo y, para ello, los cambios que debemos realizar son claramente más complejos de lo que el Fashion Pact propone. La moda sostenible es difícil e incómoda para la industria tradicional”.
La autora se refiere con Fashion Pact a la iniciativa impulsada por compañías textiles, distribuidores y proveedores para asumir prácticas más amigables con el ecosistema. Un “pacto de la moda” que, en su opinión, no es suficiente.
En palabras de Chávez, “la moda sostenible es sentido común, es humanidad y es pensar en un futuro, porque el fast fashion solo piensa en el corto plazo, en vaciar nuestros bolsillos y estropear nuestro entorno. La moda sostenible, en cambio, busca un equilibrio”.
Este modelo también recibe el nombre de slow fashion (o moda lenta) ya que, tal como relata Chávez, propone fabricar de forma duradera, desacelerada, descentralizada, a pequeña escala, local, con estándares ecosociales que respetan los límites biofísicos terrestres y mantengan las tradiciones textiles autóctonas.
A pesar de los conceptos y las ambiciones cada vez mayores, Vedier reconoció que, en la práctica, pocas marcas pueden ser consideradas íntegramente sostenibles. “Pasa mucho que se ocupan de uno de los pilares, o reciclan, o usan un poco de algodón orgánico, o trabajan con algunos artesanos y ya por eso se anuncian como ecológicas o sostenibles”, enfatizó.
En ese sentido, la transparencia en el reporte de las acciones de una empresa serán la clave para determinar quiénes verdaderamente cumplen con el nuevo paradigma.
Moda sostenible: cómo ser un emprendedor consciente en Latinoamérica
Así como la moda sostenible emerge con fuerza en todo el mundo, América Latina y el Caribe no son la excepción. Para Verdier, sin embargo, este es un tema que en la región se viene hablando desde hace 15 años. No obstante, reconoce que hay un boom, producto de la evidencia ya ineludible de los daños y consecuencias de la crisis climática y ecológica.
Pero a la hora de hablar de países, el experto mexicano se anima a definir cuáles son, según su criterio, los más adelantados en la materia. “Perú, Brasil y Chile son los que llevan la delantera desde hace algunos años”, comentó Vedier.
De acuerdo con el especialista, Perú ha diversificado la industria de algodón sostenible mientras que Brasil es un referente en el trabajo con comunidades, artesanos y con fibras textiles de sistemas responsables.
Aunque no menciona al país del cual es oriundo entre los más destacados por su performance, el propio Verdier se dedica con su plataforma “verde” a abrir un espacio para integrar las propuestas en materia de sustentabilidad, a través de diálogos y talleres con expertos y actividades con toda la cadena productiva del diseño.
Moda sostenible: asociarse para multiplicar el impacto
El cambio se siente también al sur del continente, como lo evidencia la Asociación de Moda Sostenible de la Argentina. Su presidenta, Alejandra Gougy, lleva adelante su propio emprendimiento, Cosecha Vintage, siguiendo los valores ecologistas del nuevo paradigma de la industria de la moda.
En el marco de la profunda crisis económica y social que estalló en la Argentina de comienzos de siglo, Gougy vio la oportunidad de transformar no sólo su estilo de vida, sino también su negocio. Debido a las dificultades para fabricar, la diseñadora argentina recurrió a la filosofía de vida de sus abuelos (inmigrantes italianos) de reducir, reciclar y reutilizar de forma natural.
“Mi primera colección se llamó ‘Romántica’ y el camino me fue llevando a arreglarme con telas que me habían quedado”, contó Gougy a National Geographic mediante videollamada.
Lejos de quedarse quieta, la especialista avanzó hasta formar en 2018 la asociación que hoy nuclea a las principales marcas de moda sostenible de Argentina. El nacimiento de ese espacio colectivo, cuenta, fue una consecuencia natural de un fuerte proceso personal que la llevó a replantearse la necesidad de darle un marco más amplio a todo lo que venía realizando de forma aislada.
“Eramos pequeños emprendedores, me encontré con un panorama complejo para trabajar, pero en seguida tuvimos mucho acompañamiento”, repasa la diseñadora.
Hoy, la asociación es una comunidad con aglomera a alrededor de 70 socios. Sin embargo, el dinamismo interno hace que constantemente algunos salgan y otros entren. “Somos una guía para que los que quieran emprender en este camino puedan dar sus primeros pasos y salir adelante. Por eso, vamos renovándonos continuamente”.
De acuerdo con Gougy, en la lógica de la organización lo más importante es no hacerse el distraído. Es decir: el cambio climático es una realidad y no tiene discusión.
“Les pedimos a los emprendedores que revisen dentro de su cadena de valor de qué manera pueden ser conscientes y coherentes”, agrega. En este sentido, explica que si una marca no puede reemplazar una determinada tela, sí puede hacer otras acciones dentro del proceso productivo, tales como proponerse como objetivo reutilizar todo, no descartar nada, tener buenas contrataciones laborales e, incluso, estudiar el diseño del producto para introducirlo dentro de la economía circular.
En el caso de Gougy, su proyecto trabaja sobre un concepto potente: la cultura del reciclaje y del cuidado, heredada de las generaciones anteriores.
“La figura de la mujer-vida, el valor de la familia, la revalorización del trabajo manual, la reutilización de descartes urbanos e industriales y el uso de fibras naturales se plasman en el diseño de cada una de nuestras prendas”, describió.
Para Gougy, la sostenibilidad está vinculada al cuidado y al amor. “Cuando hablamos de moda, hablamos de cultura. La moda sostenible nos hace volver a nuestras raíces e inicios”, dijo.
Economía circular: la experiencia brasileña de moda sostenible
Además de destacarse, como comentó Verdier, por el desarrollo de sus proyectos de producción que incluyen el trabajo artesanal y con fibras naturales, hay propuestas en Brasil que también vienen apostando por la economía circular.
De hecho, la moda sostenible se basa en conceptos propios de este tipo de modelo, es decir, en aquellos cuyas piezas tienen en cuenta la sostenibilidad, tanto ambiental como social, en todas las etapas del ciclo de vida de un producto.
Flávia Aranha, de 36 años, es una reconocida diseñadora brasileña. Originaria de Campinas, estado de São Paulo, es una de las precursoras de la moda sostenible en Brasil y propietaria de la marca que lleva su nombre.
Para Aranha, de nada sirve que el producto final esté hecho de forma limpia si las materias primas se originan con procesos que causan vulnerabilidad social y fomentan el consumo desenfrenado.
“Trabajaba para una marca de ropa tradicional en Brasil que iba a empezar a importar ropa de China e India. Pasé 40 días en esos países haciendo un seguimiento de los proveedores y visité muchas fábricas con condiciones de trabajo inhumanas. Vi a ancianos y niños con la cara cubierta del azul de los jeans y los ríos coloreados con pigmentos químicos”, cuenta a través de una llamada telefónica con National Geographic. Fue precisamente la angustia de ver toda esta situación lo que la llevó a crear su propia marca en 2009.
Por ello, las prendas que llevan su nombre utilizan tejidos procedentes de una gran variedad de fibras ecológicas (como fibras de tallos de plátano), además de algodón orgánico, producido por agricultores familiares y cooperativas.
Los tintes son totalmente naturales y los procesos de teñido se realizan a partir de plantas autóctonas de Brasil. El taller de tintorería también funciona como laboratorio de investigación, con el objetivo de realizar acciones de impacto positivo y nuevas tecnologías.
“Es posible transformar la industria textil innovando en los procesos de producción y cuidando el ciclo de vida de los productos. Por eso no veo que el teñido natural o el uso de algodón orgánico sea la única solución. La sostenibilidad reside precisamente en la pluralidad del uso de técnicas y materias primas”, afirma la empresaria, que llama la atención sobre la necesidad de un cambio en la escala de consumo actual.
La moda sostenible y el cambio necesario
Todos los especialistas consultados concuerdan que el nivel de consumo actual es insostenible. Según Aranha, el modelo imperante “no es compatible con la sostenibilidad. Para que la industria textil en su conjunto sea sostenible, se necesita un cambio político y estructural”.
La confección sostenible de los tejidos y de las piezas finales que producen marcas comprometidas con el medioambiente, como la de Flávia Aranha, contempla indefectiblemente la contratación de mano de obra en condiciones dignas. Esa mano de obra suele estar compuesta, en muchos casos, por mujeres e inmigrantes, tal como comenta la diseñadora brasileña.
Las experiencias aquí expuestas son solo una pequeña muestra de la enorme red de emprendedores comprometidos con la sostenibilidad de la producción textil en América Latina.
El desafío es grande y debe ser abordado desde varios ángulos. Tal como comenta Aranha: “No se puede separar lo social de lo medioambiental cuando hablamos de ser una empresa sostenible”.
Además, de recurrir a procesos que garanticen la renovación de los recursos naturales, añade, “es necesario crear redes de suministro donde haya cooperación y trabajo digno, así como un compromiso por asumir un modelo circular de producción”.
Fuente: NATIONAL GEOGRAPHIC