El mercado textil: hilos tenaces, negocio insostenible

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Por: Mauricio Hdez. Cervantes - REVISTA ETHIC

Una camiseta, unos jeans o un suéter son utilizados, en promedio, solo siete veces. Después, terminan desperdigados por alguno de los inmensos vertederos ubicados en los países que importan ropa usada (y que nunca terminan de reutilizar). El problema es grave: la industria de la moda produce un 400 % más que hace 20 años y, según Ecoalf, el 63 % de esos productos termina en lugares que hacen de un ecosistema un basurero de ropa sucia.

Pero la problemática es bastante más compleja que desarrollar tejidos reciclados o apostar por la reutilización, y eso ha llevado a actores internacionales como la ONU y la Unión Europea a buscar nuevas rutas para encontrar una solución. No se trata de un asunto menor, pues la producción de ropa masiva es una de las principales causas del desperdicio de agua en el mundo, entre otros daños medioambientales.

Al respecto de este fenómeno, en 2019 fueron publicadas en la prensa internacional las imágenes del ‘cementerio de ropa’ en el desierto de Atacama, en Chile: un desierto convertido en muladar, ya que funciona como vertedero de ingentes cantidades de prendas que, después de haber sido fabricadas en Asia, alguien las utilizó (y pronto desechó) en Europa o Estados Unidos.

De las 59.000 toneladas de suéteres, jeans, camisetas y zapatos de moda de temporada que llegan al año al puerto de Iquique, 39.000 terminan allí, a cielo abierto, produciendo un daño ecológico sin precedentes en la región.

De acuerdo con un informe de la ONU de 2019, esa industria duplicó su producción entre el año 2000 y 2014, lo que la convierte en la responsable del 20 % del desperdicio y de la contaminación del agua en todo el mundo. Por ejemplo, para producir unos jeans se necesitan 7.500 litros de agua.

Sin embargo, según los datos de Unicef, cada año mueren 1.000 niños por enfermedades asociadas al agua contaminada o por la falta de esta, 748 millones de personas en el mundo tienen serias dificultades de acceso al líquido vital, y en países como Mozambique, Papúa Nueva Guinea y la República Democrática del Congo, más de la mitad de la población sufre por la falta de agua potable.

El asunto del ‘fast-fashion’

Unos 2.700 litros de agua es lo que bebe una persona a lo largo de dos años y medio. Pero, según los datos del informe ‘El impacto de la producción textil y de los residuos en el medio ambiente’ del Parlamento Europeo, esa es exactamente la cantidad de agua que se necesita para fabricar una camiseta; justo como cualquiera de las que terminan en el vertedero del desierto de Atacama.

Además, añade que el lavado de materiales sintéticos genera cada año 0,5 millones de toneladas de microfibras que terminan en los océanos; eso representa el 35 % de los microplásticos primarios liberados en el medioambiente. Una sola carga de ropa de poliéster en la lavadora puede llegar a verter 700.000 fibras plásticas que terminan en la cadena alimentaria.

Y respecto a la contaminación por los gases de efecto invernadero, se calcula que la moda es responsable del 10 % de las emisiones mundiales de carbono: más que la suma de los vuelos internacionales y que el transporte marítimo. Según la Agencia Europea del Medio Ambiente, de hecho, las compras textiles dentro de la Unión Europea generaron en 2017 el equivalente a 654 kilogramos de emisiones de CO2 por persona.

Economía circular: la meta

Para paliar el impacto medioambiental producido por la moda, en marzo de 2020 la Comisión Europea adoptó un ‘Plan de acción para la economía circular’, una hoja de ruta que incluye estrategias para la reutilización e innovación de los productos textiles.

Un año más tarde, en febrero de 2021, el Parlamento Europeo votó a favor de que ese plan incluyese medidas adicionales para avanzar hacia una economía neutra en carbono, basada en la sostenibilidad, libre de productos tóxicos y, sobre todo, completamente circular de cara a 2050.

A grandes rasgos, el objetivo de ese plan está centrado en el reciclaje. De acuerdo con el Parlamento Europeo, ese es el inicio de la solución a un problema silencioso que no quedará del todo resuelto si no se apuesta por la circularidad.

Al respecto, Jan Huitema, del grupo político parlamentario europeo Renew Europe, dijo: “Para que la economía circular tenga éxito deben garantizarse todos los principios de circularidad en todas las etapas de la cadena de valor. Desde la concepción hasta la producción, hasta llegar al consumidor”.

Este plan de acción está asociado a una guía en la que la Unión Europea pretende aumentar los niveles de reciclaje de todos los residuos entre el 65 y el 70 % para 2030. En un debate al respecto, los eurodiputados concluyeron que solo apostando por la economía circular se podrá cumplir con el Pacto Verde europeo.

Y es que el origen del problema comienza en el diseño: hasta el 80 % del impacto medioambiental de una prenda (o de un producto) está determinado por su diseño. De acuerdo con el Parlamento Europeo, de no hacer algo al respecto, no se podrá frenar el consumo global de materiales, que está previsto que se duplique en los próximos cuarenta años.

De momento, cada año terminan en el mar cerca de ocho millones de toneladas de plástico. Y los datos sobre este problema no son nada esperanzadores: de no poner freno al uso (y desecho) indiscriminado de plásticos, y de ropa de temporada, para 2050 habrá más plástico que peces en los mares.

Fuente: EL TIEMPO