Día Mundial del Guardaparque: la difícil y fascinante tarea de proteger los mares
Por: Yvette Sierra Praeli
- Desde zonas en el océano que están a dos horas de la costa más cercana, hasta un reserva que abarca casi todo el litoral del país, así son las áreas protegidas marinas en Latinoamérica.
- Su inmensidad es solo uno de los retos que enfrentan aquellos que están a cargo de su resguardo. Para reconocer su labor, desde 1992, cada 31 de julio se celebra el Día Mundial del Guardaparque.
- Mongabay Latam conversó con cinco guardaparques que se dedican a cuidar espacios inmensos de mar y costa en Colombia, Ecuador, Perú y México.
Proteger los océanos es un reto inmenso. Los guardaparques cumplen, por tanto, una labor crucial para proteger, conservar y conocer los océanos. Desde las costas mexicanas hasta el sur de Chile y desde el mar Caribe hasta la Patagonia Argentina, los guardianes de los mares y costas de latinoamérica y El Caribe desafían, cada día, la imponencia de las aguas y las especies que las habitan.
Lo que conocemos de ellos aún es poco, pero lo que ya se sabe muy bien, gracias a las advertencias de muchos científicos, es que los océanos enfrentan amenazas que ponen en riesgo la supervivencia de muchas especies. Solo un dato demuestra su fragilidad: un tercio de las especies de tiburones está en riesgo de desaparecer.
En Latinoamérica y El Caribe, las áreas protegidas marinas y costeras cubren 559 741 000 hectáreas, lo que significa el 24.44 % de la extensión de mares y zonas costeras de esta parte del mundo, según la Base de Datos Mundial de Áreas Protegidas (WDPA, por sus siglas en inglés).
En el Día Mundial del Guardaparque —que desde 1992 se celebra cada 31 de julio—, Mongabay Latam presenta las historias de cinco guardaparques responsables de cuidar áreas marinas protegidas únicas en los océanos de sus países.
Colombia: la belleza de los corales
“Hace dos semanas sucedió algo mágico. Tuvimos la oportunidad de ver más de 100 delfines de diferentes especies. Todos estaban saltando, jugando, divirtiéndose y nadando alrededor de la lancha, y había muchos bebés. Fue mágico y lloré de emoción. Creo que nunca me había sentido así”, exclama Keyla Gómez, bióloga marina y guardaparque en el Parque Nacional Natural Corales de Profundidad, área protegida creada hace apenas diez años en Colombia.
La bióloga lleva medio año en esta área protegida de 149 192 hectáreas, netamente marina, que no cuenta con isla alguna ni zona terrestre. “Está en mar abierto a 32 kilómetros de Cartagena y a 18 kilómetros de la península de Barú, lo más cercano de un espacio terrestre”.
Gómez es una de las cuatro personas responsables de recorrer, vigilar y cuidar esta inmensa área protegida creada para la conservación de una gran variedad de corales. “La profundidad llega hasta los 1200 metros y tiene tres divisiones con corales mesofíticos, corales de aguas frías y corales blancos”, explica la bióloga.
Recorrer el Parque Nacional Natural Corales de Profundidad, dice Gómez, es una tarea ardua. Solo llegar hasta los límites del área protegida tarda por lo menos dos horas en lancha partiendo desde Cartagena, donde se encuentran las oficinas. Y no es solo el tiempo, también deben estar pendientes del clima, los vientos y los oleajes.
En esos recorridos de vigilancia, —cuenta Gómez— lo más importante es evitar que ingresen embarcaciones de pesca industrial y de arrastre, actividad prohibida; así como aquellas que transportan combustible y sustancias peligrosas; o las que tienen pintura tóxica. No siempre es fácil este control. Para ello, se apoya en herramientas de información satelital como MarineTraffic, Skylight y Global Fishing Watch. “Es muy difícil ir todos los días, por eso, hacemos todo lo posible para mantener una vigilancia desde tierra, la idea es salir cada semana o más seguido”.
También realiza jornadas para controlar la presencia de especies invasoras como el pez león, abundante en esta área protegida, según cuenta la bióloga. Pero también hay otras especies que han ingresado al área protegida como las microalgas de agua dulce que han llegado por una desembocadura del río Magdalena. “Esta microalga se está adaptando al agua marina. Estamos en observación, porque no sabemos cómo puede influenciar en el ecosistema. Apenas hemos detectado su presencia. Entonces debemos seguir en constante observación y monitoreo”.
El centro de la atención de esta área protegida y la razón de su existencia son los corales. Los más importantes son los de profundidad —explica Gómez— en especial la Madracis myriaster, una especie rara, de aguas profundas, que está en todo el mundo, pero no es abundante. “Lo curioso, y el porqué se protege esta área, es que en esta zona de Colombia se encuentra la mayor abundancia de esta especie. No es normal para este clima, pues es una especie de aguas más frías”.
Gómez cuenta que cuando empezó su trabajo en este parque que alberga corales de gran profundidad, pensó en lo difícil que es poder verlos directamente, pero luego, los ha ido conociendo a través de las imágenes que se registran en video a más de 30 metros de profundidad. “Proteger estas especies es de vital importancia, debido a todo el ecosistema que alberga la zona y a cada una de las especies que se pueden beneficiar de ellas”. Hay peces, tiburones, crustáceos, moluscos. Todas las especies que puedan haber y que están en zonas profundas. Hay mucho que no se conoce y aún queda por investigar”.
Además de los corales, a Gómez le fascinan los mamíferos grandes. En el Parque Nacional Natural Corales de Profundidad se llevan a cabo proyectos de observación de delfines, especies que, como cuenta la bióloga, recorren estas aguas. “Estamos trabajando para identificar cuáles son las especies que habitan esta área protegida y cuáles son migratorias, porque hemos observado que hay familias que habitan en la zona”.
Ecuador: guardianes de mar y tierra en Galápagos
“Para mí, el buceo es una de las cosas más maravillosas que existen. Es como estar en otro planeta. Todo lo que ocurre dentro del mar es maravilloso. Las formas de vida que puedes encontrar, los invertebrados marinos tan pequeños que nos muestran cómo se mueven y alimentan. Estar debajo del agua, sumergirte, experimentar esa belleza es súper gratificante”, cuenta sonriente Jennifer Suárez, desde el Parque Nacional Galápagos, en Ecuador, donde es la responsable de un subproceso que se llama monitoreo de ecosistemas marinos.
En uno de esos viajes submarinos para monitorear y medir corales, Suárez se encontró con una morena gigante, una especie marina de por lo menos dos metros de largo. “Salió de entre los corales como diciéndonos fuera de aquí y mientras más se acercaba más nos alejaba de los corales. Hasta que decidió regresar a su ‘casa’. Nosotras no nos atrevíamos a regresar, así que volvimos a la zona de corales pero no a la ‘casa’ de la morena”, cuenta entre risas.
Suárez se inició como guardaparque en Galápagos hace diez años, luego de ser voluntaria en la Fundación Charles Darwin y estudiar biología marina. Ahora se dedica al monitoreo de tortugas en áreas de agregación y al monitoreo de iguanas marinas. “Desde hace algunos años también trabajamos en un proyecto piloto para restauración de corales que estoy liderando. En Galápago tratamos de que cada guardaparque lidere un proyecto”.
Uno de los recientes descubrimientos que recuerda Suárez se realizó este año, durante una expedición con un submarino a una profundidad de 400 metros. “Se identificó un arrecife de coral de profundidad. Lo interesante era que en la mayoría de lugares donde han encontrado este tipo de arrecifes, el mayor porcentaje de los corales estaban muertos y aquí en Galápagos el mayor porcentaje están vivos”, cuenta Suárez. “Es fascinante y no lo hubiéramos descubierto si no tuviéramos este tipo de investigaciones en hábitats profundos”.
Suárez también habla de las investigaciones que se hacen en las denominadas “migravías”, una especie de carreteras en el mar por las que se desplazan especies como tiburones y tortugas a lo largo de cuatro países: Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica. Recientemente también se incluyó a México.
“Se ha hecho un trabajo científico muy fuerte para poder demostrar que estas vías existen y son usadas por ciertas especies. Gracias a esta información se pudo declarar recientemente la nueva Reserva Marina Hermandad”. Suárez habla del Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical (CMAR), integrado por las islas de áreas naturales protegidas Santuario de Flora y Fauna Malpelo y Parque Nacional Natural Gorgona, en Colombia; Parque Nacional Coiba, en Panamá; Parque Nacional y Reserva Marina de Galápagos, en Ecuador; Parque Nacional Isla del Coco, en Costa Rica; y recientemente el Parque Nacional Revillagigedo, en México.
La preocupación actual de los guardaparques de Galápagos es el calentamiento global y el evento El Niño. “Es una amenaza muy grande para muchas de nuestras especies, pues si se calienta el mar no hay alimentos, muchas especies mueren y ya no se reproducen. Por eso, estamos haciendo monitoreos para ver el estado de las poblaciones de las diferentes especies y tratar de ayudar a que esto no ocasione una pérdida mayor”.
También en el Parque Nacional Galápagos, pero en la zona terrestre, el guardaparque e ingeniero ambiental Jean Pierre Cadena, responsable del Proceso de Conservación de Especies Nativas, se encarga de recabar información de iguanas y tortugas gigantes para establecer una línea de base que permita tomar decisiones sobre el manejo y conservación de estas especies.
Cadena es descendiente de una de las primeras familias que llegaron a colonizar estas islas. Su bisabuelo llegó de niño junto a sus padres, mucho antes de que Galápagos fuera declarada área protegida. “Mis abuelos nacieron aquí, mi papá y mi mamá también. Y bueno, yo también tuve la suerte de nacer acá”, cuenta Cadena.
Luego de estudiar en la Universidad Nacional de Loja, Cadena compitió con otras 200 personas para convertirse en guardaparque en Galápagos. Eso fue hace diez años. Al inicio, trabajó con aves marinas como pingüinos, albatros y otras especies, hasta que llegó a los reptiles, principalmente las tortugas. “Son especies muy sociales, aprovechan mucho su espacio y van moldeando el ecosistema en el cual se encuentran. Además, son muy resistentes a los depredadores. Las tortugas demuestran mejor que nadie la ley natural de adaptación”.
Perú: un festival de ballenas
“La costa peruana es un corredor biológico para las ballenas que se desplazan de sur a norte y llegan a descansar en algunos de los sectores que forman parte del área protegida”, comenta Carlos Saldaña, ingeniero forestal y guardaparque de la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras (RNSIIPG). Él resalta el avistamiento de ballenas que ocurrió hace diez días en varios sectores de esta zona reservada y que fueron captadas por drones manejados por los guardaparques.
Estas ballenas han sido registradas dentro del sector centro —dice Saldaña— en la isla Mazorca, en Huacho; las islas Cavinzas e islotes Palomino, en el Callao, y en Punta Coles, en Ilo, tres sectores de la reserva nacional integrada por 22 islas, islotes y grupos de islas y 11 puntas, ubicadas a lo largo de la costa peruana, desde Piura, en el norte hasta Moquegua, en el sur del país. “No es frecuente verlas porque están en tránsito, pero justamente se captaron con los drones que usamos para la labor de monitoreo y vigilancia remota”, explica el guardaparque.
Estos registros son muy importantes porque, explica Saldaña, se pueden realizar cuadros comparativos de las fechas y frecuencia de su aparición. “El análisis detallado de esta información aporta a la caracterización de la ecología de esta especie dentro del ecosistema peruano”, comenta.
Saldaña lleva tres años como guardaparque en la Reserva Nacional Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras y ha sido testigo del impacto devastador del derrame de 11 mil barriles de petróleo de la empresa Repsol, ocurrido en enero de 2022 en el mar peruano. “Fue impactante ver que, después de varios días, todavía podíamos encontrar petróleo. Y acompañamos a especialistas y veterinarios para tratar de rescatar la fauna que había sido afectada”, recuerda.
Antes de llegar al mar, este ingeniero forestal fue voluntario en la Reserva Nacional Lomas de Lachay, hasta que conoció la Reserva Nacional San Fernando y se decantó por los espacios costero-marino. “Cuando estuve en San Fernando me preguntaban: ¿qué hace un forestal en el desierto? Ahí fui entendiendo estos ecosistemas y, sobre todo, me gustó el acercamiento que tuve con los pescadores. Así descubrí mi pasión por la conservación en el ámbito marino”.
Saldaña realiza su trabajo en una zona que empieza en los Islotes Grupo Pescadores, una de las zonas más afectadas por el derrame de Repsol, y se extiende hasta la Isla Asia, en el sur de Lima, pasando por las Islas Palomino, una zona turística caracterizada por la presencia de lobos marinos. En este espacio marino, el guardaparque se embarca en lanchas y motos marinas para realizar monitoreos, recorridos de vigilancia, pero también trabaja junto con los pescadores para la protección del ecosistema y realiza labores de control de las actividades turísticas que se realizan en la reserva.
Cuando se le pregunta qué especie le atrae dentro de la reserva, responde que el pingüino de Humboldt. “Somos privilegiados de poder estar en una isla y ver esta especie, conocer sus características y protegerla, para después ver cómo va aumentando su población. Es muy gratificante”.
México: el refugio de la vaquita marina
“En temporada de desove de la corvina, entre marzo, abril y mayo, se cierra la pesca y entramos nosotros para la prospección y el cuidado de que se respete la zona de no pesca”, cuenta Iram García, guardaparque de la Reserva de la Biósfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, en México. “El pirata va a buscar todo para lograr su objetivo”, agrega García.
Esta área protegida de casi un millón de hectáreas fue creada en 1993 y entre las especies de fauna marina que protege está la vaquita marina, un cetáceo endémico de México que está en peligro crítico de extinción, así como la totoaba o corvina blanca, otra especie endémica que también está en riesgo de extinción debido a la sobrepesca.
Desde hace 15 años, el ingeniero pesquero especializado en tecnología de capturas y también guardaparque, Iram García, recorre la Reserva de la Biósfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado para controlar, vigilar y detener la pesca ilegal, también se dedica al monitoreo de aves playeras y marinas y en la zona terrestre realiza actividades de educación ambiental.
“Hay una zona núcleo en la que no hay actividad, es solo zona de desove de corvina, mantarraya y tiburón, allí se alimentan los delfines. Dentro del mar también hay una zona de excepción a la pesca que se llama el Refugio de la Vaquita Marina”, describe así García los lugares que debe proteger.
El guardaparque recuerda también aquella vez en la que durante un decomiso a una embarcación que estaba utilizando redes para la pesca se tuvo que enfrentar con uno de los tripulantes. La situación se solucionó sin mayores inconvenientes, cuenta García. “Es un riesgo para tu integridad, pero en grupo, poco a poco, se va tomando conciencia”.
Imagen principal: Jean Pierre Cadena, guardaparque del Parque Nacional galápagos en Ecuador. Foto: Parque Nacional Galápagos.
Fuente: MONGABAY LATAM