¿Cómo conectar la biodiversidad con las ciudades?


Aunque pocas veces nos detengamos a detallar la biodiversidad que se esconde en las ciudades, en Colombia hay varias experiencias que han permitido la construcción de espacios más habitables que ayudan a proteger la naturaleza.

ATTN4MJHKNGHFIUQCP5O3KTOCQ 2bf69Cali es una ciudad líder en eventos de ciencia ciudadana y avistamiento de aves. Foto: Secretaría de Turismo de Cali

Por: Lisbeth Fog Corradine

Las guacamayas carisecas (Ara severus) se despiertan hacia las 5:30 de la mañana. Duermen frente al Hotel Intercontinental en una hilera de palmeras alrededor del río Cali donde han establecido su colonia. No todas emprenden vuelo al mismo tiempo. Los ornitólogos las van contando a medida que mueven sus alas y vuelan hacia un cielo que empieza a clarear. Esa madrugada cuentan más de 200, incluyendo un par de parejitas que lo piensan dos veces antes de animarse a iniciar el día para buscar alimento. Ellas han preferido aprovechar unos minutos adicionales para ‘besarse’ entre las ramas.

Son inmunes al ruidajo de las avenidas caleñas que a esa hora se van llenando de automóviles. “El mundo de la naturaleza es muy adaptativo”, explica Carlos Andrés Navia, técnico en sistemas de la Asociación río Cali y voluntario de la Colombia Birdfair, evento que se realiza anualmente durante la segunda semana de febrero en la capital del Valle. “Sin duda las aves son un gran ejemplo que, en medio de la destrucción que vivimos actualmente en nuestro planeta, han sabido acomodarse a los cambios en sus entornos”. Tanto, que la pigua (Daptrius chimachima), ave de la familia de los halcones, construye sus nidos en los grandes avisos publicitarios de la ciudad; además se alimenta de carroña. “Tenemos esa gran ayuda aérea que limpia el entorno que nosotros mantenemos ensuciando”.

Las aves en las ciudades son uno de muchos ejemplos de lo que el planeta ha llamado ciudades biodiversas o biodiverciudades, “aquellas que incorporan de forma efectiva e integral la biodiversidad local y regional en su planificación como eje de su desarrollo económico”, según las define el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), entidad que actualmente lidera la Red de BiodiverCiudades de la región.

Y como el futuro del planeta es urbano —se estima que para el 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades— desde hace algún tiempo dicha planificación ha empezado a incorporar conceptos de ‘ecología urbana’, promoviendo la idea de que las ciudades, en lugar de ser el problema, si se tiene en cuenta que representan el 70% de las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero (GEI), pueden ser capaces de inventarse acciones climáticas que aporten a la solución.

Considerarlas ciudades biodiversas, resilientes y sostenibles significa que en ellas existen experiencias que contribuyen a la construcción de espacios más habitables para todos en medio del ritmo acelerado del día a día citadino. Pueden ser iniciativas de los gobiernos locales, de organizaciones de la sociedad civil, o de cada uno de los ciudadanos en relación con las decisiones de consumo que toman o como agentes de cambio en sus propios barrios.

Cali, capital de las aves

C2IUXQKTFBDC7E7CJT3EBATGOY 642e3Garza patiamarilla ("Egretta thula") en la orilla del río Cali. Foto: Mauricio González

Desde hace diez años Cali ha liderado dos eventos de ciencia ciudadana relacionados con aves: la birdfair, en la que han participado 1250 niños y 153 conferencistas de todos los continentes y a la que anualmente se conectan alrededor de millón y medio de personas a través de las redes sociales. Producen transmisiones de pajareo en vivo, apoyan a más de 200 emprendimientos relacionados con aves en todo el país, y los apoyan más de 90 empresas e instituciones aliadas, como la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC).

También es líder en Colombia del Global Big Day (GBD), un evento organizado por el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell, Estados Unidos, y la plataforma eBird, que invitan a voluntarios de todo el mundo a reportar los registros de aves observadas durante 24 horas.

Carlos Mario Wagner es la cabeza de la feria y pertenece al comité organizador para Colombia del GBD. Sin ser biólogo, pero con una gran capacidad de observación, dice que, por encontrarlas en todos los cielos, “la gran magia de las aves es que con una buena guía de campo y un poquito de agudeza visual y mental puedes identificar un ave con relativa facilidad”. Las considera especies carismáticas y embajadoras de la naturaleza. Por ello, “mientras más personas se interesen por las aves y por la naturaleza, será mayor el aporte a la conservación de la biodiversidad”.

Las aves son, además, bioindicadores y especies sombrilla, añade el antropólogo y parte del equipo de la Birdfair, Mauricio González: “donde hay aves se determina qué tan bien conservada está una zona; significa que hay diversidad de otras especies porque necesitan árboles, frutas e insectos”.

Como municipio, desde el río Cauca hasta los Farallones, la ciudad de Cali tiene un registro de más de 560 aves, más del 30% de las registradas en todo el país. Para ver algunas de ellas, el 11 de mayo El Espectador acompañó a uno de los grupos de avistamiento durante el GBD, por la vera del río Cali desde el Zoológico hasta el Parque del Acueducto de San Antonio. Felipe Estela, ornitólogo y profesor de la Pontificia Universidad Javeriana seccional Cali; Luis Fernando Castillo, director de la organización Calidris que trabaja por la conservación de las aves; Jason Ascunta, superintendente de la Policía de Turismo, asiduo acompañante de los grupos de avistamiento de aves con buen conocimiento en el tema; González, Navia y ciudadanos aficionados a la observación formaron parte del grupo.

Revolotearon pájaros carpinteros, una garza patiamarilla (Egretta thula), diferentes colibríes, bichofue (Pitangus sulphuratus), sirirí (Tyrannus melancholicus), una pareja de mielero común (Coereba flaveola), el bienparado común (Nyctibius griseus), un búho dormido sobre una rama; una lora gorda y grande posada en una rama muy delgadita; coquitos (Phimosus infuscatus) que con su largo pico comen gusanos e insectos de la tierra. Y por los balcones de edificios, azulejos (Thraupis episcopus), torcazas (Columbina talpacoti) y el atrapamoscas cuidapuentes (Sayornis nigricans), asociado a muros y estructuras de la ciudad.

Wagner resalta que los parques urbanos de Cali, así como algunos campus de sus universidades, son lugares muy propicios para observar aves, y hoy en día el aviturismo es pan de cada día de caleños, colombianos y extranjeros.

Afinar el ojo para encontrarlas camufladas en las ramas o en los pastizales se logra con la práctica. “No puedo expresar con palabras la fascinación, la alegría, la sensación de felicidad, de gozo y de plenitud que siento cada vez que salgo a observar aves”, dice Wagner. Este sentimiento ha logrado transferirlo a cientos y miles de pajareros. Y a través de la sensibilización y el intercambio de información sobre temas ambientales en general se han empezado a tejer redes de conservacionistas. “Que la gente se concientice y nos ayude a cuidar las aves”, remata Ascunta.

H45LMGSYWRD2LDJ64NHYBSRVTY 65218Atrapamoscas guardapuentes ("Sayornis nigricans"). Foto: Mauricio González

Establecer relaciones es fundamental, asegura la bióloga Diana Ruiz, investigadora adjunta del Centro de Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) del Instituto Humboldt, “porque las ciudades son ecosistemas en sí mismas, ecosistemas que incluyen los elementos naturales, los construidos y los sociales, todos interactuando entre sí de una manera muy dinámica y compleja”, considerando además el conocimiento local de las comunidades que las habitan, y las percepciones y expectativas que las personas tienen sobre la naturaleza.

Ciudades biodiversas o biodiverciudades en Colombia

No porque se viva en una ciudad se está lejos de la biodiversidad. Ciudades de Colombia, América Latina y el Caribe y del mundo han logrado sincronizar algunas de sus zonas con procesos de adaptación al cambio climático con base en los servicios de la naturaleza.

Barranquilla se precia de ser la primera biodiverciudad colombiana. Desde el Gran Malecón del río Magdalena los barranquilleros pueden mirar de frente cómo el río se funde con el mar y a través del Parque Isla de Salamanca, imaginar la ciénaga grande de Santa Marta. Es un ejemplo de relación entre naturaleza y el desarrollo social y económico de una ciudad resiliente y sostenible.

Montería no se queda atrás. Ahora llamada la ciudad anfibia, ha recuperado la ronda del río Sinú, una reserva natural de conservación y generadora de un refrescante microclima. En la actualidad conecta a los monterianos y a sus visitantes con la biodiversidad de la zona, — alrededor de 8000 especies vegetales y 22 de fauna—. El diseño y construcción de corredores verdes que dan acceso a la ronda conectan a sus habitantes del centro de la ciudad hasta el río Sinú. La capital de Córdoba inició la recuperación del espacio público aprovechando la conectividad ecológica que se había perdido, y lo hizo incluso antes de conocer el concepto de biodiverciudad.

Medellín vincula la biodiversidad con el bienestar humano a través de los servicios ecosistémicos, como son el abastecimiento de agua, la calidad del aire, los alimentos, el turismo de naturaleza, la recreación, por ejemplo, en espacios públicos verdes. La transformación de espacios, como el caso del barrio Moravia, demuestra que la innovación y la creatividad, liderada por los gobiernos locales con la participación ciudadana genera resultados. En esta zona, que inicialmente surtió materiales de construcción y luego se convirtió en el basurero del municipio, se ha ido reverdeciendo a través de la puesta en marcha de varias iniciativas de cultura ambiental promovidas por alianzas entre la comunidad y las instituciones, entre ellas varias universidades.

Planear, pero actuar

“Nuestro país ya tiene cierta tradición en urbanización sostenible”, reflexiona Ana María Hernández Salgar, hoy consejera senior de la COP16 de Biodiversidad que tendrá lugar en Cali, Colombia, del 21 de octubre al 1 de noviembre de 2024, y quien fuera presidenta de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Destaca que “a la par de sus programas ambientales generales, ya un buen número de alcaldías han desarrollado programas específicos de protección de la biodiversidad”.

Otros expertos piensan que aún falta mucho camino por recorrer. “A nivel nacional, pero especialmente a nivel municipal, hay gran cantidad de planes de gobierno, de ordenamiento, de desarrollo, de gestión integral de riesgo de desastres en cuyos textos aún no aparecen conceptos como cambio climático, sostenibilidad, biodiversidad, coberturas vegetales, espacios verdes”, asegura la arquitecta, urbanista y profesora universitaria Juana Mariño; “en algunos casos aparecen como parte de los propósitos generales, pero no se ven reflejados en decisiones ni en acciones específicas. No hay un cambio fundamental en la forma en que concebimos nuestras ciudades, en la forma en que entendemos la relación población-territorio en el contexto urbano”.

Pero el tema está en el radar de algunos dirigentes. A comienzos del mes de junio, los alcaldes de Bogotá y Medellín asistieron a la Cumbre Mundial de Ciudades en Singapur, evento que en su novena edición buscó ‘rejuvenecer, reinventar y reimaginar ciudades habitables y sostenibles’. Las ciudades, se dijo en la reunión, necesitan evolucionar y adaptarse para enfrentar tensiones climáticas. Tanto Carlos Fernando Galán como Francisco Gutiérrez hablaron de las iniciativas de sus ciudades para lograrlo. En Bogotá, Galán mencionó al Metro, el Transmilenio y la bicicleta como ejemplos de movilidad sostenible. En Medellín, Gutiérrez destacó su apuesta por la infraestructura verde con más de 30 corredores verdes y el interés de que las obras públicas integren elementos verdes en su diseño.

Singapur no es solamente un referente mundial de ciudad sostenible por desarrollar innovaciones para el acceso al agua potable —captando agua lluvia y creando sistemas de desalinización—, y contar con uno de los mejores sistemas de transporte público y gestionar la planeación urbana para reducir la huella de carbono.

También porque desde 2014 generó el Manual sobre el Índice de Biodiversidad en las Ciudades (CBI), útil para planear y tomar decisiones sobre los ecosistemas que existen en los asentamientos urbanos “a través de instrumentos desde la medición del estado y las tendencias de la biodiversidad urbana, hasta nuevos modelos de gobernanza y de educación ciudadana, así como la financiación de naturaleza urbana”, según explicó Hernández Salgar.

Y desde el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, María Angélica Mejía y Juan David Amaya, editores del libro BiodiverCiudades al 2030. Transformando ciudades con la biodiversidad, aseguran que las ciudades son una oportunidad para que los ciudadanos “vivan, trabajen y evolucionen en armonía con su entorno”; abogan por una planificación que las considere “sistemas socioecológicos vivos, verdaderamente interconectados, que garanticen la integridad de los ecosistemas y su capacidad para ofrecer bienestar humano y resiliencia climática”.

Fuente: EL ESPECTADOR