Bioeconomía, una gran oportunidad para Colombia

mari0369 felipevillegas.jpg 36900   Felipe Villegas

Al tener el 52 por ciento de su territorio cubierto de bosques, Colombia tiene en sus manos un tesoro. No solamente por la biodiversidad que allí habita, sino también porque muchos productos del bosque pueden utilizarse de manera sostenible. La biomasa que en los procesos agrícolas se ve como un desecho también puede reutilizarse para obtener como, por ejemplo, los biocombustibles.

Hay un nuevo término que comienza a hacer carrera en las discusiones ambientales: bioeconomía. De acuerdo con la definición que da el Ministerio de Ambiente de Colombia, “bíoeconomía es la producción, utilización y conservación de recursos biológicos, incluyendo los conocimientos, la ciencia, la tecnología y la innovación relacionados, para proporcionar información, productos, procesos y servicios en todos los sectores económicos, con el propósito de avanzar hacia una economía sostenible”.

La bioeconomía busca reducir el uso de combustibles fósiles y limita la sobreexplotación de recursos naturales básicos, ya que estimula el reciclaje para convertir los desechos en materia útil para la generación de otros productos, y para aprovechar de manera amigable los recursos biológicos presentes en la naturaleza y en los procesos agrícolas. También estimula el desarrollo de industrias y empleo en zonas rurales, puesto que gran parte de los recursos biológicos se encuentran en estas áreas.

Felipe García Cardona es uno de los principales impulsores de las iniciativas que buscan que la bioeconomía entre de lleno en la agenda pública. Él es el gerente del Centro de Economía y Finanzas de la Biodiversidad en el Instituto Humboldt. Fue el creador y gerente del programa Colombia Bio en Colciencias (hoy en día Minciencias), participó activamente en la misión de crecimiento verde que dio origen al Conpes 3934 de 2018, y en el instituto creó y lidera la misión de bioeconomía.

De acuerdo con García, la definición de bioeconomía ha venido cambiando desde 2005, año en que la Unión Europea adoptó por primera vez el término. En ese momento había una preocupación por incentivar desde las políticas públicas una transición de una economía basada en el uso de combustibles fósiles a una que generara bienes y servicios basados en recursos biológicos. “Se dieron cuenta de que la ciencia y la innovación eran la base para apalancarlo. Un ejemplo son los biocombustibles. En este caso, la biomasa proveniente de la caña se convierte en etanol, a través de la biotecnología, lo que genera una energía más limpia”. Posteriormente, la Unión Europea incluyó el concepto de la bioeconomía en las políticas públicas de sus diferentes países miembros, siendo Alemania, que tomó la delantera de ese tema desde 2009.

La premisa fue muy simple. A partir de los biorrecursos y con el uso de la biotecnología, con una gran dosis de ciencia e innovación, se pueden generar diferentes bienes y servicios. De manera sucesiva los países de la Unión Europea empezaron a trabajar en estrategias nacionales de bioeconomía: Reino Unido, Francia, España y muchos otros empezaron a adoptar este nuevo concepto, que se transformó en un elemento de política pública. Después de 2015 también se empezó a hablar de una bioeconomía sostenible, que complementó ese concepto que se venía trabajando desde el año 2005.

García dice que Argentina dio el primer paso en América Latina. “Es un país con un sector agrícola muy grande y también son fuertes en biotecnología. Argentina empezó a desarrollar la bioeconomía basada principalmente en su agricultura”. Como se señaló antes, en 2018 Colombia introdujo de manera oficial el concepto de bioeconomía, más exactamente en el Conpes de crecimiento verde 3934. “Sin embargo, Colombia le hizo una innovación al concepto al incluir la biodiversidad como parte del mismo”. Al fin y al cabo, el 52 por ciento de su territorio está cubierto de bosques biodiversos, donde se originan bienes y servicios que pueden contribuir a la bioeconomía. Costa Rica y Brasil también trazaron sus estrategias de bioeconomía.

Argentina y Brasil comenzaron a trabajar la bioeconomía motivados principalmente porque los mercados destino de sus productos agrícolas comenzaron a demandar el uso de bioinsumos dentro de sus sistemas productivos: biopesticidas, biofertilizantes, biocontroladores. “Estos toman gran relevancia en ciertos mercados, fundamentalmente de Europa y Estados Unidos, quienes comienzan a tener una trazabilidad mayor por el exceso anterior de agroquímicos, con perjuicios evidentes para la salud”, explica García.

Hay muchos bienes que pueden provenir del bosque, sobre todo para la industria de alimentos, la cosmética y la fitoterapéutica. Pero las demandas son muy bajas y Colombia no ha sido un país con tradición exportadora de este tipo de productos.

Entonces comenzó a darse esa transición también desde las casas productoras de insumos químicos para comenzar a producir productos biológicos. Argentina y Brasil empezaron a trabajar muy fuertemente y ahora cuentan con un gran mercado de bioproductos. También comenzó a verse mucha innovación con el tipo de material vegetal que se utilizaba. “Apareció una tecnología de edición genética llamada CRISPR-Cas9 que permitió mejorar muchos de los cultivos y muchas de las prácticas asociadas”.

Por otro lado, entró a tener una mayor relevancia el uso de la masa vegetal que no se utiliza en cultivos convencionales, en los que se la considera un desecho sin ningún valor. “En un cultivo como el maíz, por ejemplo, se utiliza el fruto para consumo, pero queda una gran cantidad de biomasa residual que no se utiliza. ¿Qué hacer con ese material?”. García señala que para responder esa pregunta también aparece la bioeconomía, y emerge el concepto de las biorrefinerías, instalaciones capaces de procesar grandes cantidades de biomasa residual. “Esto tiene mucha más fuerza en Europa. En países como Alemania, Francia o España se transforma en diversos productos. Hoy se pueden obtener hasta biopolímeros. Ahí la biotecnología cumple un papel muy importante y ha habido un gran desarrollo en términos de ciencia e innovación para utilizar esa gran cantidad de biomasa y no perder absolutamente nada, y se pueden producir diferentes tipos de bioproductos que tienen algún uso".

En Colombia ha habido un desarrollo grande de bioproductos pero en escalas mucho más pequeñas. García recuerda que, desde el sector de ciencia e innovación, a través de Minciencias, se han generado varias convocatorias. “La Misión de Sabios tuvo un componente de bioeconomía, biotecnología y medio ambiente”. En diciembre del año anterior se lanzó un Conpesde reindustrialización, donde la bioeconomía aparece como uno de sus ejes principales. “Pero en términos de números y escalas todavía siguen siendo casos aislados", dice García. “Es decir, sí tenemos el desarrollo de bioproductos para el agro, pero realmente el mercado local en Colombia no es muy exigente en estándares ambientales para su agricultura, entonces son muy pocos los que utilizan este tipo de bioproductos”. También hay muchos bienes que pueden provenir del bosque, sobre todo para la industria de alimentos, la cosmética y la fitoterapéutica. Pero las demandas son muy bajas y Colombia no ha sido un país con tradición exportadora de este tipo de productos.

En cultivos como el café o el cacao, que son de gran importancia en el país, son muy pocas las experiencias de utilizar toda la biomasa residual. “Todavía se desperdicia en grandes cantidades esa biomasa, si bien existen experiencias interesantes para reutilizarla. Al existir ya una Misión de Bioeconomía hay un estímulo y un incentivo desde la ciencia y la innovación para generar ciertos mercados”.

Felipe García sostiene que Colombia puede ser fuerte ante todo en una bioeconomía basada en el uso de sus bosques. El país cuenta con 60 millones de hectáreas cubiertas de bosques. “Para poner una comparación, Brasil utiliza para la agricultura 68 millones de hectáreas. El bosque en Colombia ha sido visto desde una mirada muy conservacionista. Pero tradicionalmente los bosques han sido productivos. Los pueblos indígenas y las comunidades negras han hecho uso de muchos materiales que vienen de los bosques de manera tradicional. Son sus despensas de alimentos, de sus medicinas, de sus materiales. En Colombia, hay un gran conocimiento tradicional alrededor del bosque que se traduce en más de 7.400 especies de plantas que tienen algún tipo de uso, muchos de ellos productos no maderables del bosque”.

Otra área que cuenta con grandes posibilidades para la bioeconomía en Colombia es la industria de la restauración. Una gran proporción de ese otro 48 por ciento del territorio se ha transformado en potreros para la ganadería. “Son casi 39 millones de hectáreas. Entonces, si Colombia quisiera la restauración con productos no maderables, con árboles que generen algún tipo de biomasa, hay una gran oportunidad para producir diferentes bienes y servicios. Una de las grandes ventajas comparativas de Colombia es su territorio. Es 22 veces Costa Rica, que con apenas tres millones de hectáreas de bosque es una potencia en bioeconomía. Antioquia es del tamaño de Costa Rica. El bosque que tenemos, más esas áreas que podemos restaurar, permitirían generar una gran cantidad de biomasa. Al ser Colombia un país tropical tenemos muchas horas de sol, o sea condiciones naturales muy especiales para hacer una bioeconomía. Todo esto requiere de una decisión política, requiere ser visto desde una perspectiva macro, requiere grandes inversiones de capital para capitalizar esa oportunidad”, concluye García.

Fuente: CAMBIO